miércoles, 15 de agosto de 2012

La Korat

Fusión animal. Brusco pasaje al instinto y a lo simple. Mis necesidades me condujeron por la cornisa de lo absurdo hasta un tejado. Al llegar percibí la presencia de alguien más, aún no lograba ver con claridad su silueta, el manto de la noche no me permitía saber si se parecía en algo a mí. La curiosidad de lo desconocido me obligó a averiguarlo. Sus garras me hicieron daño, pero al menos pertenecía a mi mundo. Comprendí sus intenciones y me dispuse a seguirle el juego. Sentía su cuerpo, ronroneaba y lo disfrutaba. Ese complejo contacto, de amor-odio, casi masoquista, me cegó por un tiempo.
Transité al límite de una dimensión desconocida, la realidad nos jugaba una mala pasada. No conseguía distinguir en quién confiar, pues había seres con apariencia gentil más luego me traicionaban, tal como los gatos ¡Qué ironía!
Aún no me resignaba, debía haber algo más, alguien diferente. Al transitar logré encontrar almas verdaderamente nobles, que alimentaban mi espíritu y me propulsaban a la locura...Esa locura que te cega, que desorienta, incluso paraliza apreciando lo supremo. No consigo entender por qué me empeñaba en lo utópico, mi vida se había convertido en una quimera.
Me sentí abatida. Una fuerza dentro de mí me exorcizó de lo que era y me dejó moribunda en una isla. Agonizaba. Creí ver pasar mi vida. No podía moverme. Al principio desesperé hasta que me propuse dejarme llevar y disfrutar ese último instante. Experimenté un trance maravilloso de éxtasis y luz. A lo lejos, un sonido encantador aunque oscuro.
Levité hacia la luz al son de la música. Esa fuerza mística penetró en lo más profundo de mi esencia. Miré al cielo y sonreí.
Junio. 2012.   

El abrazo del pasado

Inconsciencia prefijada. Todo era pautado pero interno y real. Aún no comprendo cómo pasó, cómo fue que mi conexión espiritual se hizo presente volviéndome al pasado. 
Oré. Ese estado de pureza me encadenó a una devoción inexplicable en palabras. Daba por perdida esa fidelidad divina. Se había convertido en un vínculo olvidado, sin tanzas ni hilos de donde se uniesen, mas la vida me demostró ser cíclica y ese sentimiento renació. 
"Sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido", ahora lo comprendo. De la negación surgió el entendimiento. 
Lloré. No de tristeza, sino de nostalgia. Traspolé a Dios hacia los recuerdos más entrañables de mi infancia. La inocencia de aquellos tiempos vuelve de tanto en tanto, no con la misma pureza, sino más bien como los tintes de una pluma en un papel amarillo y gastado.


 9/07/2012.